lunes, 8 de febrero de 2016

Harapos de la lencería de Afrodita

Ondea como una suave gasa etérea,
como el cabello blanco de la Luna en una noche de brisa fría;
gira en su danza de aire,
de aroma mareante y absoluto.
Sus rizos son envidiados por la cresta de las olas,
y crece como una escalera que al cielo asciende, 
perdiéndose por el camino, errante, aire ebrio.
Sus ondulaciones eclipsan a cualquier danzarina del vientre;
su olor embriagador turba mentes, purificando así cuerpos.
El aroma de algo cálido es el mejor afrodisíaco
en estos días en que el frío nos devora por dentro.
Es un harapo volátil de la lencería de Afrodita,
que vuela de vuelta al Olimpo haciéndose jirones,
como sólo puede hacer el humo del incienso,
que con despojos de fuego se consume.

Pues eso

¿Sabes esa sensación, cuando le das la primera calada al primer cigarro de la primera caja? ¿Y notas cómo empiezan a pudrirse tus pulmones? ¿Y exhalas con el extraño regusto del tabaco, la garganta irritada, los ojos llorosos, pero sonríes de triunfo porque es tu decisión el hecho de la autodestrucción? Pues eso siento. 

Frío

De entre esos labios rojos se escapa un humo hecho de frío y tabaco.
La marca de carmín en el cigarro se tuerce como su boca disgustada
cuando aplasta la colilla contra la madera del escritorio, importándole poco o nada.
La sombra bajo sus ojos tiene más caras que ella misma;
una de cansancio, otra de aburrimiento;
otra de maquillaje corrido;
otra cara de desencanto, 
y otra de que le importa una mierda 
el cánon de perfección estética establecido.
En sus pestañas cuelgan gotas negras,
y sus ojos arden con la clase de ira 
que evapora las lágrimas huecas.
Mirar sus ojos es apenas vislumbrar
la entrada de un callejón profundo, oscuro y sin salida. 
Mirar sus ojos es ahondar en su iris de laurisilva
y darte cuenta de que las apariencias engañan.
De que a solas es cuando esa mujer es ella misma;
un lago helado y profundo donde la vida intenta subsistir.
Una lucha constante contra sí misma.
Un odio al mundo, al que culpa de impedirle vivir. 
Un odio a sí misma, porque sabe que es ella la que no se deja ser feliz.
Le divierte especialmente quemar cosas
porque el fuego es algo indómito
y ella quiere ser así. 
Se lleva la copa de scotch a los labios para darle el último trago.
Retira sus piernas del escritorio y se levanta. 
Mira con tristeza a través de la ventana, y siente frío. 

Amor

Amor, caes como las hojas rojas.
Acaricias el aire lentamente,
lo ondulas, en él flotas.
El silencio murmulla en las orillas del Darro,
y el sonido lejano se abre paso entre las sábanas de la noche.
La belleza reside en el fluir de las cosas,
en su movimiento.
Por eso este papel blanco y estático
no podrá contener el devenir de ese momento.
El amor cae a suspiros,
goteando por las cortezas de los árboles,
flotando y siendo inhalado.
Está en las briznas de hierba susurrantes, 
está en el recorrido de mis venas, 
en una mirada esquiva y cautelosa,
en el sexto sentido entre mis piernas. 
Amor, estás en el cabello despeinado,
en las caricias al viento,
en el vaivén de sus caderas.
Amor, estás en el sueño
pero no en la tierra.

Reflexiones misántropas

Lírica me llamo, lírica me amo, lírica es la sangre que me fluye por el cuerpo, lírica es toda la verdad que miento.
Duermo días y sueño noches, bailo palabras, dolor y derroche. Pienso en la vida y pienso en la muerte, pienso en la mentira que vivo y respiro, pienso en lo que no quiero y me pierdo en el camino. Me pierdo en el camino de letras inestables, deformes como un vómito ebrio tirado en la acera, de madrugada, mientras no sale el sol y veo mis uñas moradas. 
Sueño despierta y me asfixio porque la suciedad me lacera los pulmones. Bocanadas de aire impuro, tragos de alcohol sagrado. No en vano me bebo mis recuerdos; es para lamentarme de haber perdido el corazón. Suena frívolo, suena triste, suena a mentira pero sólo así me siento menos presa.
Le entregué mi alma al diablo de las letras, y la recupero a trozos cuando, como ahora, escribo sin pensar en nada, pensando en todo, abrumada ante lo repelente de la abstinencia sobria.
Ésta vida no es vida si no la vivo. Dejadme beber, fumar, matarme viviendo en paz, siendo yo misma, escribiendo, leyendo, mandando a la mierda el deber y obedeciendo al subyugado instinto; martirizándome por aún así pertenecer a éste mundo de locos cuando yo, sí, la que todos llaman loca, me abstraigo en mi mundo cursivo para reírme de la sociedad, de la suciedad que me aprisiona la cabeza. 
Tienen los cojones de llamarme a mí loca, cuando simplemente veo. Veo que están hundidos en convencionalismos e hipocresía, y no quiero formar parte de este monstruoso espectáculo de circo que es la humanidad.
Yo bailo sola con mi torturada mente. Despierto inmóvil en la noche, asustada del mundo y de la gente. Me asfixio y respiro, me ahogo y exhalo. Pero siempre me inspiro. Por mucho que me quede sin aire. Yo vivo.
No puedo cambiar éste mundo triste, egoísta e inhumano. 
Sí puedo cambiarme a mí misma,
convencerme de que soy lo único que necesito para mantenerme cuerda.
Yo soy la acción que controla mi mundo.
Yo decido lo que quiero. 
Y yo decido que nada va a cortarme las alas,
que hasta ahora han estado atadas.
Sigo desenredando este nudo que las apresa.

Quiero

Es curiosa la capacidad de alienación que porta el ser humano en sus genes.
Más curioso aún es que una se las dé de libre cuando está más atada que nadie.
Es curioso el cúmulo de vómito en el estómago
cuando no hay tiempo para vomitar.
¿Llegó por fin la hora del émesis mental?
¿O se trata de otra arcada que va a dejarme ensimismada
en un creciente vacío neuronal? 
La inercia me ha roto los huesos y me ha dejado tirada en el suelo.
He dejado de intentar moverme porque da pereza el esfuerzo.
Qué patético.
Y yo era la que volaba riéndose de los fantasmas grises.
La ciudad se pone triste,
y la gente pasea balanceando harapos de horas muertas.
Caminaba entre ellos en mi arcoíris negro, 
paseaba por el Darro y lloraba de emoción.
Y ahora miro las aguas y la llama se apagó.
Estoy tan muerta como los espectros que pasan a mi alrededor.
Miro mis manos y arrastran restos de tiempo perdido.
Ya no hay tinta en mis venas,
ni en mis dedos cayos, 
ni en mis ojos la chispa, 
ni ese constante delirio desencantado.
Estoy perdiendo mi esencia
a cambio de una mascarada de convencionalismo. 
Matadlo antes de que prolifere. 
Quiero morir entre botellas de absenta,
realidad, crudeza, risa, llanto, ganas, 
sueños, tristeza, libertad, valentía,
fuego, sexo, amor, odio, locura y existencia.
Quiero morir viviendo,
y no muerta en vida.