sábado, 28 de febrero de 2015

Los Sonámbulos 1

Niebla lúcida alumbra la senda del bosque de la autodestrucción. Un dragón rodea las raíces del gran árbol, pretende beber su savia congelada. Ella no tiene más ganas de granizado. La senda se oscurece y los árboles gimen por el viento. Camina. La niebla se va, los helechos rojos la acarician. El sol y la luna se miran melancólicamente al pasar y las estrellas les espían entre las nubes. Ella pisa y cae; en la negrura subterránea mira al infinito. Cae sangre gota a gota. Trepa y duerme.
Batir de pestañas y oscuridad, no hay viento; quietud. Susurra algo. Dice algo. Grita algo. Hay un ruido de pasos en la oscuridad hacia ella. Pregunta. Silencio. Vuelve a preguntar. Silencio. Él coge su mano. Ella retrocede. Él la arrastra por los túneles. Oscuridad, penumbra, claridad, luz. Están en el bosque. Ojos verdes, piel tostada, pelo ébano. Ella pregunta otra vez. Él no entiende. Gesticula. Él habla el idioma de los sonámbulos. Señala al bosque. Van hacia allí, rumor de río que llora con lágrimas de niño. Ella no sabe dónde está. Tampoco sabe su nombre. Pelo gris, ojos grises, piel blanca pecosa.

Ceniza y bagatela

Pestañas jocosas parpadean levemente,
como un abanico, como un colibrí.
Iris ceniza, piel ceniza, pelo ceniza,
el polvo va al viento levemente.
Mente ceniza, inmaterial y pesada, permanece.
Metal amarillo efímero,
el azul prosigue.
Tristeza avioletada,
cansancio ocular no, mental,
no hay gafas que lo solucionen.
Quizá pastillas, mejor palabras.
Pestañas pesadas aletean levemente,
se desprende elixir plateado en un parpateo.
El metal ceniza también va
al viento levemente.
Pero en la mente la ceniza permanece.

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La mente permanece, arráncamela.
Tírala a la basura o cómetela,
hiérvela, extrae su sustancia,
dime qué ves porque es mía y yo no lo sé.
Plata lunar neurológica ilógica,
vacío semiinfinito desnatado,
tofu apocalíptico vomitivo preliminar,
estallido violento psico-visceral.
¡Viva la bagatela!
La noto en mi sangre,
la muerte, la bohemia, el cinismo,
la sorna, el llanto, el espanto,
la risa, la ironía, el existencialismo,
qué cojones,
noto en mí el esperpento.

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Bipolaridad total,
soledad absoluta,
el misterio de mis ojos
seguro que con un ahumado se acentúa.
¡Salmón! ¡Merluza!
Ceniza. Plomo.
Independencia y mi alma se desmenuza.
Río.
"Va al mar, que es el morir".

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La ceniza es el despojo que deja tras de sí el fuego.
El fuego se consume y la ceniza permanece o se va al viento.
O es barrida. O desaparece. O se queda.
Yo me he consumido.
Silencio.


Blanco

Estoy y no estoy.
Aves volando en un cielo plomizo,
gris y pesado, asfixia.
¿Cúpula verde? Derruida.
Quedan los cimientos de esa
cúpula nervada, gris.
Frío aunque haga calor,
tristeza bajo el diente desnudo,
centenares de aves negras
recorren un cielo metálico.
Las flores están secas,
la hierba verde y húmeda
está cubierta de mierda.
Cuervos negros volando
sobre un cielo de plomo,
no hay dios que lo levante.
Tanta soledad, tanta negrura,
insatisfecha, vaga, aturdida,
inconformista, difunta,
necesito un auriga.
Y peste vomitiva,
fiebre catatónica,
vacío en el hemisferio izquierdo.
No me extirpéis nada,
que ya estoy vacía.
Se ve el azul del cielo pero
el azul es color de dolor.
Las nubes se vuelven blancas pero
el blanco es vacío y vejez.
Llevo así mucho tiempo,
el azul incrustado en lo extirpado,
el blanco en mis ojos.

jueves, 5 de febrero de 2015

Leyendo un diccionario

-¿Y sabes qué es triste?
-¿Mm?
-Que occidens es el participio de presente del verdo occido, el cual puede significar o bien "caer al suelo, sucumbir, morir, estar perdido" o bien "cortar, desmenuzar, herir, matar, causar la muerte, la perdición, importunar".
-¿Y?
-Que las palabras tienen raíz. Que si vivimos en Occidente no creo que ese nombre sea casualidad. De hecho, son muchas de las cualidades del pueblo occidental.
-¿Quieres decir entonces que somos el pueblo de los matadores?
-Y también de los "mataos"; está en participio.
-De los caídos, de los sucumbidos, de los perdidos, de los muertos, de los cortados, de los desmenuzados, los heridos, los asesinos, los causantes de la muerte o la perdición...
-Sí, así de guays somos los occidentales. En las guerras que nosotros mismos provocamos caímos, sucumbimos, morimos, nos perdimos. Centenares de veces nos hemos desmenuzado en Estados sin nación o con nación inventada. Somos un pueblo herido pero también asesino, que con tanto colonialismo y neocolonialismo, provoca la muerte y la perdición de sí mismo y de pueblos que no son tan destructivos.
-Increíble lo que aprendes leyendo un diccionario.