martes, 13 de octubre de 2015

Pies quietos y puños inclinados

En mi tierra se comían los cánidos al hierro
y las algarrobas pasadas por agua.
Les fluía la vida bajo los pies quietos,
y miraban al cielo para ver cómo está el tiempo,
sin preocuparse acerca de dioses, estrellas ni futuro.
Labraban la tierra con sus manos,
sangrando las uñas arrancadas.
Viajaban sus pies a tierras extrañas,
ennegreciendo los pulmones agarrotados.
Con tal de llevarse gusanos a la boca
y chatarra de cacique al bolsillo.

Hoy en mi tierra comen ajo y agua,
comida basura y/o precocinada.
Les fluye la vida bajo los pies quietos,
y miran al cielo para ver cómo está el tiempo,
sin preocuparse acerca de dioses, estrellas ni futuro.
Se prostituyen en paseos marítimos,
sudando esas manos que no han firmado nada.
Viajan sus pies a tierras extrañas,
para acabar comiéndose sus titulaciones universitarias.
Con tal de llevarse precocinados en oferta a la boca,
y chatarra de banqueros y guiris al bolso de imitación.

Los andaluces tienen un pie en el pasado y otro en el presente...
Y correrán hacia atrás si los cadáveres de labriegos pasados
alzaran sus puños descarnados, antes y ahora inclinados.

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