miércoles, 5 de agosto de 2015

Noches de Arabia

La música llega en ondas a sus oídos, y así lo refleja su cuerpo.
Ondea los brazos, ondula las caderas, y susurra melodías nocturnas, de arena y fuego.
Murmura quejidos en una lengua ilógica, sólo entendible por el oído y la piel,
las sensaciones producen escalofríos en ese cuerpo ardiendo, 
trémulo en medio de una tormenta de arena.
Se eriza la piel quemada por el desierto, cae salvaje el cabello aceitado,
se dilatan las pupilas tanto tiempo minúsculas ante el astro cegador.
Un velo arrastra por el suelo, abandonado;
como el aire lo hace girar en un torbellino hipnótico.
Gira poseída por la música del derbake y el laúd, gimiendo música,
quejidos dolorosos y bellos, armónicos.
Se para el mundo y en el cielo negro se ven las estrellas titilar;
la luna creciente asoma tímida su blanco rostro, semioculto por un velo negro.
Con el tiempo su velo se retirará hasta mostrar su rostro completo, sin prejuicios;
sigue hipnotizando aun clausurada;
la luna destella, hecha de plata.
En medio de la quietud de la noche y las velas,
vuelve a sonar el derbake,
y entonces ella se vuelve loca,
respondiendo con un latido del corazón a cada golpe rítmico;
y sus caderas son dos rocas que contestan a las batidas del mar,
mientras su vientre ondea líquido con la marea
y el viento marino es su cabello sacudido al flotar,
junto a esa gasa leve que acaricia la noche del desierto.
Se mueve quemándose viva, girando sobre sí misma,
entre estrellas y lunas y velas y gasas y vientre desnudo,
murmurando melodías sin palabras en las que sólo hay sentimiento.
Y a cada batida su pecho responde,
jadeando y golpeando el viento;
suavemente ondulándose como las olas,
derritiéndose ella entera, 
fundiéndose sobre la arena desértica,
quedando ante la luna sólo un rastro de noche, mujer, sudor y cenizas
de una mujer árabe, oculta y reprimida, pero aún viva y latente
al ritmo frenético de las batidas de sus caderas, 
la sangre fluyendo como fluye su vientre.
Con el rostro desnudo, el cabello negro al viento, 
los senos descubiertos, el vientre ondeando.
Los ojos negros, perfilados, dramáticos,
reflejan la noche y el fuego, la represión
de una mujer que representa un oasis 
en medio de un mar de arena estéril.

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