lunes, 10 de agosto de 2015

Callar

Por las noches grito al suelo
acerca de la obviedad de las listas de compra
y la eterna suciedad de las losas pútridas,
y las vajillas carcomidas,
y los baños gangrenados.

Por las noches susurro a la almohada
canciones de odio estereotipadas
mientras la acaricio y le doy besos,
oliendo el detergente de mamá.

Y ante ese olor me dan arcadas
y alivio y soledad y exceso de compañía.
Los platos sucios están limpios
y en su mirada

veo desprecio y cariño
y preocupación y recelo.
Veo sucedáneos de amor caducado.

Te averguenzas
del putón introspectivo,
independiente y tranquilo
que tienes por hija.

Me averguenzo
de la puritana sociable
familiar e histérica
que tengo por madre.

Por las noches le hablo a los papeles
y al cielo y al suelo y al mar resacoso.
De día callo
y se me pudren las palabras
en el alma, plato a plato,
grito a grito, desprecio a desprecio,
poco a poco.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Noches de Arabia

La música llega en ondas a sus oídos, y así lo refleja su cuerpo.
Ondea los brazos, ondula las caderas, y susurra melodías nocturnas, de arena y fuego.
Murmura quejidos en una lengua ilógica, sólo entendible por el oído y la piel,
las sensaciones producen escalofríos en ese cuerpo ardiendo, 
trémulo en medio de una tormenta de arena.
Se eriza la piel quemada por el desierto, cae salvaje el cabello aceitado,
se dilatan las pupilas tanto tiempo minúsculas ante el astro cegador.
Un velo arrastra por el suelo, abandonado;
como el aire lo hace girar en un torbellino hipnótico.
Gira poseída por la música del derbake y el laúd, gimiendo música,
quejidos dolorosos y bellos, armónicos.
Se para el mundo y en el cielo negro se ven las estrellas titilar;
la luna creciente asoma tímida su blanco rostro, semioculto por un velo negro.
Con el tiempo su velo se retirará hasta mostrar su rostro completo, sin prejuicios;
sigue hipnotizando aun clausurada;
la luna destella, hecha de plata.
En medio de la quietud de la noche y las velas,
vuelve a sonar el derbake,
y entonces ella se vuelve loca,
respondiendo con un latido del corazón a cada golpe rítmico;
y sus caderas son dos rocas que contestan a las batidas del mar,
mientras su vientre ondea líquido con la marea
y el viento marino es su cabello sacudido al flotar,
junto a esa gasa leve que acaricia la noche del desierto.
Se mueve quemándose viva, girando sobre sí misma,
entre estrellas y lunas y velas y gasas y vientre desnudo,
murmurando melodías sin palabras en las que sólo hay sentimiento.
Y a cada batida su pecho responde,
jadeando y golpeando el viento;
suavemente ondulándose como las olas,
derritiéndose ella entera, 
fundiéndose sobre la arena desértica,
quedando ante la luna sólo un rastro de noche, mujer, sudor y cenizas
de una mujer árabe, oculta y reprimida, pero aún viva y latente
al ritmo frenético de las batidas de sus caderas, 
la sangre fluyendo como fluye su vientre.
Con el rostro desnudo, el cabello negro al viento, 
los senos descubiertos, el vientre ondeando.
Los ojos negros, perfilados, dramáticos,
reflejan la noche y el fuego, la represión
de una mujer que representa un oasis 
en medio de un mar de arena estéril.

Indomable


domingo, 2 de agosto de 2015

"Yo prefiero a los locos..."

Yo prefiero a los locos,
los sensibles, los ingenuos,
los soñadores, los ilusos.

Yo me quedo con los rotos,
los heridos de amor,
los que sangran melodías,
los que lloran poesía,
los que pintan sonrisas,
los que todavía creen en utopías.

Me quedo con aquellos
que se atreven a seguir soñando,
propagando la esperanza
e invitando a enamorarse.

Yo me quedo con ellos,
los que no se doblegan
ante la frivolidad y la apatía,
con los que sienten y vibran,
con los que aman todavía.

-Emiliano Sánchez

sábado, 1 de agosto de 2015

Hija de la luna

Las cascadas verdes brotan hacia este valle de las neuronas caídas. El solsticio de verano me hizo perder dos kilogramos de materia gris, que ahora flotan en el espacio, grumosos. El tiempo pasa muy deprisa cuando estoy falta de neuronas. Se evapora junto al sudor sobre ese labio anhelante, del color de esos peces coralinos que se ocultan en las anémonas, entre burbujas y peces de invernadero. Se evapora junto al mar, que deja un reguero de sal en ese cuello níveo, surcado por ríos que rezuman vida.
Soy un pez luna que aletea en una pecera demasiado pequeña. Boqueo en un trace de asfixia y ansia; estoy dentro de un bote de almíbar. Soy un pez luna almibarado, sin pecado ni virtud, sin cicatrices; un pez luna que flota en la negrura, siguiendo con la mirada a su madre, en el cielo colgada, secándose del amor que la dejó embarazada. Pare en cada ciclo, ha estado creciendo; preñada, romperá pronto aguas en una lluvia de plata, y dará a luz a una hija de la luna, una sonámbula que haga a Manrique perseguir velos blancos por la ribera del Duero, entre juncos, sombras y plata. Lo que Manrique no sabía era que su rayo de luna sentía y pensaba. Tampoco sabía que ella estaba más loca que él. Porque la hija de la luna no quiso ilusionarlo; sólo quiso ser una lunática y jugar mientras durara el ciclo, antes de esfumarse en sus narices. Al fin y al cabo, ¿qué vas a esperar de un rayo de luna?