miércoles, 8 de julio de 2015

Prostitución

Es paradójico el rechazo ancestral a este oficio milenario. También es ridículo que el insulto más popular a las mujeres sea "puta", normalmente dicho por hombres, como muestra de desprecio, antitético ya que son ellos los que les pagan. Lo peor es que es un insulto adoptado por las mujeres afianzadas en los ideales machistas, que llaman "puta" a las mujeres liberadas de tales ideas.

Mi primer argumento para eliminar la palabra "puta" del arsenal de palabras denigrantes de la rica lengua española, es que las prostitutas son más inteligentes que los que las contratan. Ellos creen que pagan por poseerlas, pero ellas son más suyas que nunca. Se aprovechan del machismo imperante; hacen creer a los hombres que son sumisas, inferiores a ellos, que pueden tenerlas como a un juguete durante el poco rato que ellos puedan mantener el mástil alzado. Les pagan por hacerse pasar por muñecas hinchables, lo cual puede parecernos ofensivo, vergonzoso, humillante. Nuestro problema es que la sexualidad la consideramos aún algo embarazoso que debe ocultarse; creemos que el sexo debe ir ligado al sentimiento; que el propio cuerpo es sagrado, no debe venderse pues sería algo así como esclavizarnos. Pero a ellas les da igual. Su circunstancia, normalmente de necesidad económica, las lleva a pasarse la moral establecida por las tiras de los ligueros. Y por eso hay que aplaudirles; por tener los ovarios para rehusar de la Ley Social y hacer lo que sea para sobrevivir. Lo cual me lleva al siguiente argumento.

Casi todo el mundo trabaja para vivir. Normalmente en un trabajo por el que no tiene vocación, porque es "lo que le ha salido", porque, vista la situación económica de España, no se le puede hacer ascos a ningún empleo, ya que llevar dinero al hogar, pagar la hipoteca, tener qué comer, es lo primordial. El trabajo es necesario para continuar en el ciclo, seguir la rutina hacia una jubilación cada vez más pobre y lejana; para mantenernos alienados en la sociedad. El empleo es útil si queremos seguir "dentro"; inútil si estamos "fuera". La mayoría de la gente se prostituye; trabaja para ganar dinero. ¿No hacen lo mismo las renegadas prostitutas? La prostitución no es más que un trabajo como cualquier otro, sólo que mal visto pues se basa en la sexualidad. Las prostitutas sólo quieren dinero para seguir formando parte de la sociedad, al igual que el resto de trabajadores. ¿Qué diferencia hay? ¿Los empleados no se humillan ante sus jefes? ¿No se pliegan a las normas, no aguantan las vejaciones de su oficio para ganar dinero? Pues exactamente lo mismo hacen las prostitutas.

El matrimonio es otra prostitución. Hasta hace no mucho, y aún hoy en día, se dan los matrimonios concertados. El hombre salía a prostituirse en su trabajo; la mujer permanecía en casa dedicada al hogar y a parir. En las familias acaudaladas o de renombre, las mujeres se dejaban mantener, eran "vendidas" por sus familias a un marido que muchas veces ni siquiera conocía, al que entregaba el uso de sus genitales a cambio de manutención económica y social. No hay mucha diferencia entre eso y la prostitución, ¿no? En Memorias de una Geisha se nos declara un argumento clave; la protagonista afirma que se sorprendió al mezclarse con las clases altas occidentales, ya que esas mujeres se horrorizaban cuando descubrían que era algo así como una prostituta. A la protagonista le resultaba paradójico e hipócrita, pues ella hacía con sus clientes lo mismo que ellas hacían con sus maridos. Exactamente lo mismo; distraer a los hombres, servirles de floreros, abrirse de piernas cuando a ellos se les antojara, recibir regalos tontos en compensación; ser económicamente mantenidas, ni más ni menos.

Me parece muy hipócrita que todos aquí nos prostituyamos día a día para pagar recibos e hipotecas, para encontrarnos aceptados socialmente; y que repudiemos a mujeres que hacen exactamente lo mismo, empujadas por su necesidad económica, o incluso forzadas a ello por mafias. Tenemos esta mojigatería incrustada en el cerebro, esta hipocresía como parte de nosotros. Las prostitutas merecen respeto porque hacen lo mismo que todos: intentar sobrevivir en esta sociedad de buitres, hienas y cuervos.

Y por ello "puta" debería dejar de ser un insulto; porque se emplea en un contexto en el que no tiene sentido. Una mujer que se acuesta con quien quiere puede tener los mismos, o mejores, principios morales que alguien que no. Una mujer libre no es una "puta" porque no cobra ningún dinero; sólo ejerce su libertad. Hay mujeres libres muy buenas personas, y hay mojigatas que son unas hienas, y viceversa. Basta ya de tanto prejuicio, de tanta tontería. Decir "puta" debería tener la misma intención ofensiva que decir "carpintero", "bibliotecaria" o "empresario". Ya está bien de denigrar un oficio cualquiera, y ya está bien de apalear a las mujeres que ejercen los mismos derechos y libertades que los hombres. Putos somos todos, porque somos unos vendidos.

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