viernes, 24 de julio de 2015

Desarraigo

Un lunar descansa en la superficie pálida de mi cuerpo.
Uno a uno, recorren la piel,
contando años de vida que giran en una espiral,
en cuyo centro se haya un punto de luz,
centro de todo bien y todo mal,
de donde surgen las luces, sombras y penumbras
de este edificio construido sin planificar.
Ay, no me hicieron ni me hice.
Poco sentido tiene el crecimiento de este sauce llorón
lejos de todo pantano, lago o lodazal;
ha crecido de la nada en el centro de un campo de olivos y vides,
y palmeras que ebrias cuelgan al mar.
Soy un árbol sin raíces hondas,
sin tierra propia ni etnia tribal.
Estoy sola en este páramo lleno y desierto.
No sé dónde está mi lugar.

viernes, 17 de julio de 2015

Tierra

Echo de menos la caída de las hojas como lágrimas que caen al agua gota a gota.
El rumor ronroneante del frío arroyo reberberando entre las rocas carcomidas y pulidas.
La hiedra que trepa, el musgo que abriga, los hongos que proliferan en los altos
pilares de savia, ahondando sus raíces hacia las entrañas fecundas de la tierra.
Se doblan, se arquean, y uno de ellos yace moribundo sobre el camino de lágrimas
que brotan de la tierra, que pare helada, volcánica e irascible.
Cómo lloras, gota a gota cayendo tu llanto sobre mi frente,
si hasta tus lágrimas están gangrenadas,
envenenadas por el tumor que en tu cuerpo habita,
hijos rebeldes que te apuñalan, que se expanden y te devoran,
en un complejo de Edipo y de Electra creciente y constante,
no pararán hasta herirte mortalmente
y matarse a ellos mismos en el proceso,
son tu cáncer.
Caen las hojas como lágrimas que el viento arranca de tus mejillas,
flotan sobre el agua, y junto a ellas
yo soy otra hoja causando ondas en el torrente de tus llantos.
Miro al cielo umbrío, tapizado por la bóveda roja, en llamas,
de tu cabellera llena de ira triste.
Y los peces rodean mis pies, y las algas se balancean,
y el viento susurra entre las hojas caídas,
y el mundo se para y se hace eterno,
pues a pesar de todo, la vida prosigue.

sábado, 11 de julio de 2015

Lirismo noctámbulo

Soy una estatua de piedra que mira hierática al vacío.
Soy una escultura de roca sin ojos,
que dirige sus cuencas vacías al horizonte
negro y remoto.
Alza una mano frágil al viento,
que pasa entre los dedos aullando
tristeza, dolor y misterio.
El viento me llama, pero soy un pedazo de roca inmóvil,
tallada con el cincel de mis autores.
El viento aúlla entre mis dedos,
alargados hacia el horizonte brumoso.

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No me envidies, feliz inconsciente... El Barroco pervive en mi cabeza, hermoso en su complejidad, terrible en sus laberintos. Es un arma de doble filo, y a cada estocada que doy mi sangre se derrama, formando flores en el suelo desparramadas.

miércoles, 8 de julio de 2015

Prostitución

Es paradójico el rechazo ancestral a este oficio milenario. También es ridículo que el insulto más popular a las mujeres sea "puta", normalmente dicho por hombres, como muestra de desprecio, antitético ya que son ellos los que les pagan. Lo peor es que es un insulto adoptado por las mujeres afianzadas en los ideales machistas, que llaman "puta" a las mujeres liberadas de tales ideas.

Mi primer argumento para eliminar la palabra "puta" del arsenal de palabras denigrantes de la rica lengua española, es que las prostitutas son más inteligentes que los que las contratan. Ellos creen que pagan por poseerlas, pero ellas son más suyas que nunca. Se aprovechan del machismo imperante; hacen creer a los hombres que son sumisas, inferiores a ellos, que pueden tenerlas como a un juguete durante el poco rato que ellos puedan mantener el mástil alzado. Les pagan por hacerse pasar por muñecas hinchables, lo cual puede parecernos ofensivo, vergonzoso, humillante. Nuestro problema es que la sexualidad la consideramos aún algo embarazoso que debe ocultarse; creemos que el sexo debe ir ligado al sentimiento; que el propio cuerpo es sagrado, no debe venderse pues sería algo así como esclavizarnos. Pero a ellas les da igual. Su circunstancia, normalmente de necesidad económica, las lleva a pasarse la moral establecida por las tiras de los ligueros. Y por eso hay que aplaudirles; por tener los ovarios para rehusar de la Ley Social y hacer lo que sea para sobrevivir. Lo cual me lleva al siguiente argumento.

Casi todo el mundo trabaja para vivir. Normalmente en un trabajo por el que no tiene vocación, porque es "lo que le ha salido", porque, vista la situación económica de España, no se le puede hacer ascos a ningún empleo, ya que llevar dinero al hogar, pagar la hipoteca, tener qué comer, es lo primordial. El trabajo es necesario para continuar en el ciclo, seguir la rutina hacia una jubilación cada vez más pobre y lejana; para mantenernos alienados en la sociedad. El empleo es útil si queremos seguir "dentro"; inútil si estamos "fuera". La mayoría de la gente se prostituye; trabaja para ganar dinero. ¿No hacen lo mismo las renegadas prostitutas? La prostitución no es más que un trabajo como cualquier otro, sólo que mal visto pues se basa en la sexualidad. Las prostitutas sólo quieren dinero para seguir formando parte de la sociedad, al igual que el resto de trabajadores. ¿Qué diferencia hay? ¿Los empleados no se humillan ante sus jefes? ¿No se pliegan a las normas, no aguantan las vejaciones de su oficio para ganar dinero? Pues exactamente lo mismo hacen las prostitutas.

El matrimonio es otra prostitución. Hasta hace no mucho, y aún hoy en día, se dan los matrimonios concertados. El hombre salía a prostituirse en su trabajo; la mujer permanecía en casa dedicada al hogar y a parir. En las familias acaudaladas o de renombre, las mujeres se dejaban mantener, eran "vendidas" por sus familias a un marido que muchas veces ni siquiera conocía, al que entregaba el uso de sus genitales a cambio de manutención económica y social. No hay mucha diferencia entre eso y la prostitución, ¿no? En Memorias de una Geisha se nos declara un argumento clave; la protagonista afirma que se sorprendió al mezclarse con las clases altas occidentales, ya que esas mujeres se horrorizaban cuando descubrían que era algo así como una prostituta. A la protagonista le resultaba paradójico e hipócrita, pues ella hacía con sus clientes lo mismo que ellas hacían con sus maridos. Exactamente lo mismo; distraer a los hombres, servirles de floreros, abrirse de piernas cuando a ellos se les antojara, recibir regalos tontos en compensación; ser económicamente mantenidas, ni más ni menos.

Me parece muy hipócrita que todos aquí nos prostituyamos día a día para pagar recibos e hipotecas, para encontrarnos aceptados socialmente; y que repudiemos a mujeres que hacen exactamente lo mismo, empujadas por su necesidad económica, o incluso forzadas a ello por mafias. Tenemos esta mojigatería incrustada en el cerebro, esta hipocresía como parte de nosotros. Las prostitutas merecen respeto porque hacen lo mismo que todos: intentar sobrevivir en esta sociedad de buitres, hienas y cuervos.

Y por ello "puta" debería dejar de ser un insulto; porque se emplea en un contexto en el que no tiene sentido. Una mujer que se acuesta con quien quiere puede tener los mismos, o mejores, principios morales que alguien que no. Una mujer libre no es una "puta" porque no cobra ningún dinero; sólo ejerce su libertad. Hay mujeres libres muy buenas personas, y hay mojigatas que son unas hienas, y viceversa. Basta ya de tanto prejuicio, de tanta tontería. Decir "puta" debería tener la misma intención ofensiva que decir "carpintero", "bibliotecaria" o "empresario". Ya está bien de denigrar un oficio cualquiera, y ya está bien de apalear a las mujeres que ejercen los mismos derechos y libertades que los hombres. Putos somos todos, porque somos unos vendidos.

jueves, 2 de julio de 2015

Locura

Estoy en una nube gris. Siento un vacío intrauterino muy extraño, equiparable a mi constante éter mental, situado en el hemisferio izquierdo de mi cerebro, acrecentado desde que regurgitara dos kilogramos de neuronas con motivo de las fiestas paganas del Solsticio de verano.
Me siento vacía. ¿Qué hago con mi vida? Nada de lo que hago tiene sentido; despertarme, ¿para qué? Para hacer la cama, encender mi ventana al mundo, asomarme a ella y observar a través de los visillos cual maruja de ojopatio. Limpiar, ¿para qué? para que todo vuelva a ensuciarse, aunque todo está constantemente sucio. Salir a distraerme, ¿para qué? para volver a entrar y amargarme. Acostarme, ¿para qué? para destinar esa energía al eterno retorno nietzscheano que es mi vida.

Tengo el spleen inyectado en las venas. Gangrena mi corazón y me llena de ceniza las neuronas hasta el punto de que soy un ente inmóvil, atónito y consternado entre el bullicio. Un alma que se ha dado cuenta de su irresoluble estado, condenada a morir viviendo, vivir muriendo, en medio de una turba de fantasmas raquíticos que no quieren ir hacia ninguna luz para desintegrarse en moléculas que puedan dar vida a algo menos muerto que ellos.
Son muertos en vida con telarañas, hiladas siglo a siglo entre sus neuronas, cuya cuestionable cordura está sometida al estado de los débiles hilos que las sostienen, mohosas, herrumbrosas, anticuadas... Anticuadas como un reloj de bolsillo que cuelga, en su plateada tapa grabado un "Memento mori", cantando alegremente los pasos paulatinos que la Muerte va dando, sosteniendo unas oxidadas tijeras que se aproximan a cortar el hilo madre que sujeta sus moribundas vidas. En la tapa trasera, difícilmente visible para los ojos que lo buscan, se encuentra grabado un "Carpe diem"  que yace desaprovechado entre botellones, incultura y orgías báquicas.
La Parca siega los trigos balanceados por el viento, las Moiras cortan todos los hilos que encuentran; liberan aminoácidos. Quizá el ser que renazca de ellos esté más vivo, menos muerto. Yo sólo observo mientras mueren, mientras muero; y yo misma cerceno mis hilos, condenándome a verlo todo y abalanzándome con dolor y decisión al abismo más negro.