domingo, 10 de mayo de 2015

Instrucciones para muertos en vida IV

Puede que haya logrado aceptar sabiamente que voy a morir, pero, más difícil que morir, es ver cómo otros mueren. Quedarme en vida observando el crepúsculo de los alientos. Viendo cómo son barridos por el viento como motas de polvo. Y quedarme viva, muriendo por momentos y sin vivir de verdad, porque como dijo Ortega, "Yo soy yo y mi circunstancia", y yo estoy rodeada de muerte.
Me pregunto quién será el siguiente.
Ellos bucean en la nada o pasan a mejor vida, o no sé, porque una viva sólo puede aproximarse a la muerte con retórica. Pero somos los vivos los que permanecemos, recordándolos. Los fantasmas nos atormentan, más vivos que nunca, siendo ceniza en nuestras cabezas; montañas de polvo acumulándose entre nuestras neuronas. Cuando muera no quiero dolerle a nadie. No quiero que se construya de mí un fantasma. Los vivos siempre recordamos; pero los muertos ya vivieron. Vivamos nosotros, y no nos muramos entre cenizas y rescoldos ardiendo.
Pero estoy viva y recuerdo, recuerdo a tantos fantasmas que pudieron haber vivido más. Unos se fueron jóvenes y debieron vivir lo que yo desaprovecho. Otros se fueron viejos y no vivieron tanto como deberían, pretendiendo que otros vivieran en su lugar, pero esos otros tampoco vivieron.
Pero fueron felices y desgraciados en vida, aunque no pudieron vivir como deberían haber vivido. Porque la vida se mata a sí misma. Porque muchos muertos, mientras estaban vivos, nunca lo estuvieron.
Hoy se ha ido otro muerto en vida, y vivirá en nuestro cenizo recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario