lunes, 27 de abril de 2015

Paseo por el bosque

Caminaba con el viento a la espalda, empujada como un barco de vela, surcando hojas caídas. La brisa jugaba con sus cabellos de ébano, que le cubrían el rostro en ese atardecer rojizo y eterno. Los cristales de los edificios reflejaban la luz como espejos antitéticos. Las pisadas se confundían en el tumulto de hojas secas. Fuera del oasis de árboles semidesnudos, bullía la ciudad metálica y fantasmal.
Elia caminaba solitaria en el gentío, escurriéndose del torrente humano para huir a lo solitario del paseo en el río. En la ribera estaban los árboles desnudos; el olor a vida y a agua le inundaba los pulmones. Siguió caminando hasta que no hubo gente y la roca sustituyó al cemento, hasta que hubo pinos espesos que se agitaban estremecidos montaña arriba. El rumor del agua reverberaba entre las piedras del fondo de la hondonada, y una cúpula de ramas se sacudía sobre su cabeza. En la otra orilla se explayaba la pradera de cultivos, que atrapaban los últimos rayos del sol fugitivo. En la ribera y la cornisa imperaba la húmeda penumbra, mientras la hiedra trepaba, reptando por los fustes sombríos hacia la luz.
Elia, en su caminar, observaba el mundo con unos ojos que reflejaban el ámbar y la ceniza del lugar.
Llegó a una roca temeraria, y se sentó en ella, con los pies colgando hacia el vacío entre ella y el agua fluyente. Cerró los ojos y esperó, sintiendo cada caricia del viento, cada olor de vida, el tacto de la roca, los sonidos silenciosos. Cuando, rato después, abrió los ojos, ya no estaba sola. Sentada en su roca había otra respiración.

domingo, 26 de abril de 2015

Instrucciones para muertos en vida II

¿Y tú nunca te has dado cuenta de la cadencia del reloj? Amenazante, marca los pasos que la Muerte va dando cadenciosamente hacia ti. Tú sólo escuchas sus pasos con tacón de aguja; tic, tac, tic, tac, va a llegar, se acerca inexorable, pero; ¿está en el horizonte más lejano? ¿o está respirando en tu nuca? No lo sabes, sólo eres consciente del tic, tac, tic, tac.
Y el tic, tac sigue en su parsimonia mientras estás sentada en una silla cuadrada, en un escritorio cuadrado, con un boli cuadrado en la mano, escribiendo palabras cuadradas copiadas de los apuntes cuadrados de un libro de texto cuadrado; en un cuarto cuadrado de una casa cuadrada, en el barrio cuadrado de un pueblo cuadrado, en un país cuadrado, en un mundo cuadrado de órbita social cuadrada. Estás viviendo en un gran cuadrado blanco. Tu vida es un cuadrado blanco. Tu mente cada vez se encuadra más. Pareces un gato refugiándose en su caja cuadrada y blanca del mundo caótico y la realidad abisal.
Y el tic, tac sigue sonando. Y tú estás perdiendo cuadradamente el tiempo. Y el tic, tac sigue sonando. ¿Vas a seguir perdiendo tu tiempo?

viernes, 24 de abril de 2015

Instrucciones para muertos en vida I

Universo iluminado humano caído gato cósmico cacao mental cenutrio melón. Vómito mental a base de convulsiones. Misterio. Lejano. Luna. Ceniza. ¡Blanco! Ondas etéreas danzando en la noche, ondean de gasa, golpean de hierro. Ojos negros. Abismo hondo. ¿Eterno? No... algún día los comerán las cataratas. Hermosas como cortinas de hilos rojos entretejidos. Ocultan la mirada. Y ocultan el mundo a esa mirada. Y la dejan en una penetrante oscuridad silenciosa. Y los cabellos blancos, ¡blanco no!, ondean al aire, frágiles, ondean de gasa envejecida, estropeada. Y siguen golpeando de hierro, aunque oxidado. Y sigue viviendo, aunque más muerta. Porque la muerte es un proceso paulatino dado en el ser humano desde que aprende a ver las luces y sombras de la vida.
Cuando mi vida ondee de gasa, envejecida o no,
no me encerréis en una caja
ni ahoguéis mis gritos almáticos
con golpes de martillo.
No dejéis que muera en otra caja,
que ya vivo -muero- atrapada en una mayor.
No me dejéis en esa jaula
rodeada de vida sin poder participar en ella,
porque de eso ya tuve bastante en vida -muriendo-.
Dejad mi cuerpo en una ribera
o en una ciénaga
o en un volcán
o en un huracán
o en una playa olvidada.
Dejad que me funda en esta existencia ilógica y salvaje.
Cavad un foso, dejadme en posición fetal
con una semilla de sauce llorón en las manos,
y cubridme de tierra, orgánica, vital.
Y cuando pasen los años,
no vengáis a verme el día de Todos los Santos,
porque santa no soy.
Venid el día del Libro
a beber cerveza y buena literatura bajo la sombra del árbol llorón
que yo y otros aminoácidos alimentamos.

domingo, 19 de abril de 2015

Mariposas

Las mariposas salieron de sus crisálidas y han volado hacia la luz. Han esquivado en su odisea lluvias de azúcar moreno y han muerto en su ataúd.
Cuando eran gusanitos blancuzcos y asquerosos se arrastraban por su caja. Devoraban hojas verdes, llenaban su cajita de mierdecillas que parecían lunares en el cartón. Eran gusanos pequeños e inocentes que engordaban de forma enfermiza -otros no lo conseguían-. Su mundo era una caja de cartón, y sus dioses todopoderosos eran dos niños enrabietados que provocaban cataclismos al agitar la caja arriba y abajo. No sabemos si esos gusanos conocían su insignificancia en el mundo.
Tras su metamorfosis, las feas mariposas vivieron algunos días y murieron sin ser libres. Estaban ancladas a su caja de cartón. Estoy segura de que, si hubiésemos abierto la caja y la hubiéramos dejado al aire libre, no habrían querido salir de ella.

sábado, 18 de abril de 2015

Las hienas

Muy tonta tiene que ser la gacela para internarse en una jauría de hienas.
Las hienas se carcajean de la existencia, sin comprenderla;
sin comprender por qué, atacan por atacar;
atacan, y la gacela no sabe defenderse porque es tonta.
Porque es tonta y la van a matar.

Las hienas son muchas, y la gacela sólo se tiene a sí misma
y a su relativa e hipotética gracilidad mental.
Las hienas no saben ni dónde tienen la cola;
nunca se han mirado al espejo moral.
Son estúpidas como ellas solas;
van en grupo como cobardes;
se creen las reinas del Sáhara cerebral.
Son la hipocresía encarnada,
la burla enferma de una sociedad vomitiva.
Y, sin embargo, las muy hienas van a ganar.
Ojalá os atragantéis con mis huesos.

jueves, 16 de abril de 2015

La ceniza de Alejandría

El viento es un niño fantasma que juega a la vida. Murió en la Guerra Civil pero no lo sabe; ahora juega a un eterno pilla-pilla entre trincheras, cadáveres, banderas y tonterías. Arrastra hojas caídas y lágrimas en su carrera frenética. Conoce el hambre, el miedo y la no-risa.
En el cielo negro terciopelo, cada una de las estrellas es un recuerdo, un despiste de la Muerte. Los muertos han dejado su estela y parpadean en la lejanía, llamando a los vivos, dando fogonazos como el faro de Alejandría.
Y Alejandría llameó como la antorcha de su faro
cuando el imbécil de César
quemó los papiros centenarios.
Con razón le dieron
esos golpes de hierro en el Senado.
Y también, por ser un egocéntrico y
por escribir días de la marmota soporíferos
y enrevesados.
En Alejandría, Cleopatra permanecía hierática
como una estatua de acero y arena.
A Nietzsche le habría caído mal por ser tan estática
y por renegar de la vida.
Pero, ¿quién no habría muerto
de añoranza por los libros alejandrinos?
Incinerados como cadáveres dothrakis,
volando con la ceniza del mito y del olvido.
El niño viento hace a las cenizas de historia momificada
bailar como si estuvieran vivas.
Bailar como nunca lo habrían hecho
de haber seguido intactas, de haber perdurado
en este científico tiempo,
en esta ilógica vida.

Cleopatra en su estoicismo persistía.
Le embargó el miedo a los imperios
y a los gilipollas poderosos.
Cleopatra se hizo puta
sólo para salvar su honra,
su orgullo y su mala hostia.
Qué paradoja la vida,
qué paradoja la historia.

martes, 14 de abril de 2015

Explorando el iceberg

Pensaba que las nubes del horizonte marítimo eran los montes de África y los colores del atardecer, la aurora boreal. Salía huyendo de las olas. Me gustaba hacer pintadas de protesta social en las paredes de casa, mientras señalaba al cielo gritando <<¡¡Un mono!!>>. Veía Pocahontas, la princesa Cisne y Mulán, a las que idolatraba e imitaba. Le vacilaba al mar resacoso y mi madre me gritaba. Estaba obsesionada con las sirenas, náyades y cualquier ser marino hipnótico y fatal. Me gustaban los sauces llorones, los libros, las piscinas (aunque me daba miedo el delfín), el licor de mora sin alcohol y los cementerios. Decía "encuera" en lugar de "en cueros". Me dejaba coger en brazos para tocar los dátiles balanceantes del techo. Le tiraba de las orejas a mi abuelo. Después de la muerte de éste, soñaba con su resurrección. Hice la comunión por los regalos y en mi primera confesión dije que no había ordenado los óleos ni limpiado los pinceles antes de ir a catequesis. No entendía el significado del término "glamour". Era sonámbula y me desperté muchas veces en el patio y en el balcón. Confundía las mariquitas con cucarachas. Me despertaba y me despierto con la sensación de que el mundo se mueve demasiado deprisa y me marea y es rojo e inestable. Imitaba a los burros. Recuerdo el olor y textura de los viejos sillones de cuero a los que despellejé. Inserté plastilina verde en los disquetes del ordenador del Jurásico que había en el cuarto entonces vacío, con las cortinas blancas y la luz. Me enteré demasiado tarde de que guiñar un ojo era, al parecer, un signo de intención sexual (la gente en primaria está muy salida). Aburrida de mi flequillo, me lo corté aún más, hasta que cada pelo fue milimétrico. Me dio por coger las pinzas de depilar de mi madre y acabé sin cejas. Una vez hice a mi madre perseguirme por toda la casa por no sé qué razón para acabar orinando en una maceta. Me hice un esguince en el tobillo por ir leyendo mientras andaba por la calle (ese agujero en el suelo no debería estar ahí). La bibliotecaria me tenía cariño. Nadie me decía qué era el Kamasutra. Mi padre tenía pelo. Se me daban mal los números y mi profesora de los tres primeros cursos de primaria me tenía manía por eso, y también porque estaba en las nubes de Narnia.

jueves, 9 de abril de 2015

Fragmentos emesísticos del día

La mierda es obra humana. Me muero de asco y bailo -mal- en esta ridícula fiesta de disfraces. Llevo cuatro kilos de máscaras, una armadura de papel de fumar recubierta por diamante y encima otra capa de papel de fumar, envuelto todo con un lazo rosa y cursi. Bailo a mi manera y al que se me acerca le piso los pies, a veces queriendo y a veces sin querer. Hay un elemento de pies de acero y ojos verdiazules, y la vida no es justa.

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El mar se mueve hipnotizado, acariciando al mundo y a las sonatas lunares de Beethoven. Lentitud en sus dedos, tragedia en el aire. ¿Qué es el amor? El piano de Debussy.

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Baudelaire era un niño mimado, misógino, fantoche y visionario. Acariciaba los pechos de la Muerte con deleite y cinismo. "No serás para tanto", le dijo antes de tomarla. Fue entonces cuando contrajo la sífilis.
Y vio la vida con sus hilos, luces y tinieblas. Decidió bucear en los abismos parisinos, por divertimento y con los bolsillos llenos, restregándose el cieno por el alma para ridiculizar y avergonzar a la pantomima viviente que era su familia al completo. Se revolcó en barro hasta formar parte del lodazal, y acabó como "esos peces abisales que, a fuerza de bucear entre tinieblas, brillan con luz propia"*. O algo así.
A pesar de despreciar la maternidad, Baudelaire dio a luz montones de hijos de papel y tinta, en los que vomitó al mundo en su forma más oscura y lúcida, más horrible y bella. Como esa danza de muertos de Iron Maiden. Como la existencia. Logró escribir lo inefable, traducir el lenguaje del subconsciente y del sonámbulo, ver la tragedia humana. Pero era, en gran medida, gilipollas. Un gilipollas admirable.


*Te plagio.

miércoles, 8 de abril de 2015

Profanando poesía

Holograma pétreo de lluvia ácida y carmín escondido en el seno. Junto al carmín, un cuchillo. Junto al cuchillo, el corazón. Junto al corazón, el estío, el hastío y el dolor.
Camina como perdida, tambaleándose, desorientada. Suena el eco de las agujas, que martirizan como clavos el suelo al pisar. Y el suelo se queja. Y los sonidos retozan y retumban.
"La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?" el coñazo de retocarse la boca de fresa, la semejanza con una estatua marmórea pintada; por dentro blanca, por fuera enmascarada de color.
Sobre las cariátides cayó la lluvia y el abandono, y su blanco interno salió al exterior.
Pero no es una princesa, ni doncella ni señorita. La puta se disfraza de rosa roja y tiene espinas, tiene alma, tiene ardor.
Pero la princesa está apagada
como una vela inflamada
que en humo pereció.
¡No la toques, que quema!
Bajo el vestido, en sus piernas, nacen flores moradas
y escondidos bajo las alas
tiene aceros y precaución.
La princesa de boca de fresa es una puta terrible y arrolladora que se defiende a sí misma,
que nació sola y vive sola y morirá sola.
La princesa de boca de fresa se cree la mejor y a la vez sabe que es una miseria
sabe que el mundo a la vez la admira y la desprecia.
Sabe que es rara pero no lo suficiente
y que el mundo cambia si es observado a través del culo de una botella de alcohol.

La princesa estaba cansada
de ser una niña casada
y de ser motivo de expectación.
La puta está reventada
de ser ahora despreciada
por hacer lo que le da la gana
y morir entre torrentes de catatonia y exasperación
por la hipocresía dominante
contante y sonante
que se respira
poco a
poco,
sí,
y te envenena y te retuerces y te asqueas y vomitas y sigues con la misma sensación de misantropía creciente y asco, asco, asco, contemptus mundi y que os den por culo a tós.

martes, 7 de abril de 2015

Poesía gráfica pura


Explique el significado que tiene en el techo la siguiente expresión...

Explique el significado que tiene en el techo la siguiente expresión: verdiazul

Verdiazul es el color de la esencia, de los pálpitos y los sueños. De ese color son mis venas, y por tanto verdiazul es ese débil hilo que ata mi vida a la tierra. En la gama cromática es el contrario del rojo anaranjado, de ahí que me tiñera de ese color cuando tenía fuego en el corazón; por hacer un patético contraste existencial. En gamas capilares, el contrario del rojo anaranjado es el ceniza; es paradójico que cuando un fuego se apague, sus restos sean del color contrario.
 Las venas verdiazules indican que estamos en el limbo, o sea, en ninguna parte; de ahí que la mayoría de las marcas de cosmética y bloggers dogmáticas discriminen a los "outsiders" de venas verdiazuladas y piel neutra. 
Así que tras esta cosmética introducción, llegamos a la conclusión de que el verdiazul es un color terciario, perdido en ninguna parte y olvidado, aunque presente en muchas de las tonalidades que nuestros ojos perciben en la naturaleza.

Probablemente nos acordemos del mar en sus diferentes tonalidades. Ondas de color azulverdoso, verdiazul, verdegrisáceo, grisazulado. "Verdiazul" es el mar, porque cambia y es fluido y se amolda al mundo en su estúpida forma. Y luego le da la vena (verdiazul) y se atormenta y ruge y golpea y mata. El mar es tan rabioso que tiene la boca llena de espuma, y el blanco de sus ojos se convierte en negro en sus ataques de ira fluida y fuerte. Y luego sale el sol y los niños se bañan en él y juegan; las chonis van a él a ponerse morenas. Y oírle susurrar relaja. El mar puede hacernos felices, pero no te fíes del mar. El mar es bueno, pero es cruel. El mar no es malo porque es su naturaleza ser así; no pretende hacernos daño, destrozar chiringuitos puestos a pie de playa, devorar ciudades plantadas sobre su territorio. El mar es como tiene que ser; hace lo que tiene que hacer. El mar es bipolar, es calmado e irascible, es un cúmulo de átomos más separados y endebles que los de un sólido, deja que lo pisotees con saña cuando andas por la arena; pero es capaz de destrozarlo todo. Pero el mar no es malo. El león no es malo por comerse a la gacela. Está en su naturaleza.

Verdiazul es también la melancolía escondida en los laterales del tabique nasal. Cae luego en lágrimas transparentes pero verdiazules en su esencia. Hay lágrimas rojas, lágrimas naranjas, lágrimas cenizas y lágrimas verdiazules. Cuando lloramos nos dejamos ver al mundo, somos transparentes, nos desnudamos. Hay quien lo hace con verguenza, quien lo hace con sumisión, quien lo hace con orgullo o quien lo hace con alivio. Llorar, al igual que la desnudez, es algo natural y humano, a pesar de que los convencionalismos se empeñen en avergonzarnos de ello y cubrirnos y encerrarnos, atraparnos. La desnudez del alma, el llanto, es lo más cercano al viento, a la libertad. Llorar es una terapia que funciona mejor que las palabras. Y el llanto es verdiazul también, la mayoría de mis veces. El llanto rojo o naranja es más soleado y no tiene nada que ver. Puede que no salgan de la misma glándula, incluso. Estoy convencida de que el llanto naranja tiene su origen en el vientre y la garganta, mientras el llanto rojo tiene su lugar en... tantos sitios, pero sobre todo la mente.

Según el techo, el color verdiazul tiene el significado que nos de la gana. Es adaptable, es mágico, es fluido y espiritual. Si las almas existieran y tuvieran color, la mía sería verdiazul, sería verde agua, como el mar, como el llanto y, en fin, como yo. 





sábado, 4 de abril de 2015

Anoche soñé que volaba

Me di cuenta de que en el techo de la clase hay tantos agujeros que no se pueden contar. Y que el techo se caería sobre nuestras cabezas, y el cielo detrás de él. Y Adán y Eva descubrirían nuestros cadáveres bajo el césped de su Paraíso cuando cavaran en él para hacer castillos de tierra.
No sé por qué comer manzanas es malo. A mí me gusta. El mundo es una manzana, con sus capas, su corteza, manto y núcleo. O yo que sé, soy de letras.
Me di cuenta de que en las paredes de la clase hay escritas tantas gilipolleces que dan ganas de llorar. Y chuletas disimuladas, rebozadas en salsa de pimienta en un intento de ocultarlas. Y desde dentro yo lo veo y llega un punto que paso del tema, que no me dan arcadas. Ni moral, ni humildad. Yo al menos suspendo con honor. Y me acuerdo del Cid y de Berceo y del arcipreste de Hita y de Jorge Manrique y de Garcilaso y de Fernando de Rojas y de Santa Teresa y de Lope de Vega y Quevedo y Góngora y Calderón y Jovellanos y Cadalso y Larra y Zorrilla y Bécquer y Rosalía de Castro y Pérez Galdós y Leopoldo Alas y Rubén Darío y Unamuno y Machado y Juan Ramón Jiménez y Salinas y Alberti y Cernuda y Neruda y Lorca y tantos... tantos... Que se han olvidado en esas otras cabezas. ¿Que mi humilde 7'1 de media se acuerde de ellos y un 10 no? ¿Un 9 no? ¿Qué clase de mierda de método de evaluación es éste?
Y mientras miraba ennortada las paredes chuleteadas y blasfemadas de la clase, pasó volando un o.v.n.i., que golpeó la pizarra con un sonoro piñazo. Y miré con desdén al prototipo de español futbolero causante del golpe y quise tirarme de los pelos. Pero me giré señorialmente hacia la ventana y arañé el cristal como un perrillo atrapado en un coche en el mes de agosto a las dos de la tarde en Granada. Y caí en la cuenta de que no tendré un duro para pagar aire acondicionado. Y que hará calor. Y que no es socialmente aceptado ir en pelotas por un piso compartido con gente extraña.
La tiza formaba nubes de vapor, y la clase acabó pareciendo el andén nueve y tres cuartos. O Silent Hill. O una noche que anuncia al Holandés Errante en una bahía perdida alumbrada en la distancia por un faro costero. Y suspiré y me aburrí. Y eché de menos el sol. Y eché de menos los libros. Y la vida. Y la tinta regando mi cuerpo, sacudiendo mi mente, yendo y viniendo por mis venas.
Me he dado cuenta de que estoy perdida y de que estoy sola y de que estoy desganada. Y la sensación de agobio es frustrante. Cierro los ojos porque dicen que el pasado es mejor, pero no. Provoca aún más frustración y dejadez extrema. Ojalá pase algo. Aunque sea algo malo. Pero que pase algo. Lo que me pasa es que no pasa nada, claro está.
Don Quijote me mira con una sonrisa libidinosa desde su estantería. Y desde el escritorio me observa con mirada acusadora la Lista de Deberes, Exámenes y Trabajos de la Semana de la Santa Muerte y Destrucción.
Este curso va a terminar y yo iré de cabeza al psiquiatra. Estoy hasta el coño.
Anoche soñé que volaba.
Y mientras volaba unas palomas sanguinarias me perseguían, esperando mi muerte como buitres ávidos y repugnantes. Millares de Espíritus Santos deseando verme caer para devorarme.
Pero anoche soñé que volaba.

miércoles, 1 de abril de 2015

Realidad

Capturaban estrellas de agua y luz, las capturaban con las manos, en el cielo, resplandeciendo en el aire. Se decían el uno al otro que las estrellas eran infinitas y que el mundo, en su órbita, era eterno y constante, independientemente de los cataclismos exteriores, de las estrellas muertas y los abismos negros. Vivían en una burbuja cósmica de luz y sombras; eran astros de órbita recíproca e inarmónica.
Un día se acabaron las lluvias de estrellas de agua y luz. Fue un proceso paulatino. Pero un día ya no hubo. Y entonces supe que la burbuja llevaba tiempo pinchada. Que el mundo había reventado nuestra pompa de jabón. Y que ya no éramos parte del todo que habíamos sido; que nuestras órbitas habían migrado; que sólo podíamos girar sobre nosotros mismos.