martes, 11 de noviembre de 2014

Todo es gritar

Me están agujereando el cráneo con un taladro eléctrico percutor de mano.
"Quédate quieta, quédate muy quieta, no grites, no protestes, 
esto es lo mejor para ti o no pasarás, no pasarás, no pasarás."
Dicen las voces mecánicas que reverberan a través del orificio en mi cabeza.
Noto al frío metal comenzar a violar mi mente y no sé...
No sé si callarme o protestar.
"No, no, no pasarás"
Miro las luces cegadoras de los focos del quirófano; cada vez alumbran menos.
De modo que protesto ante el dolor mental, dolor de cabeza, paradojas de la vida,
y me carcomo el seso yo también, ya que estamos, en una orgía cerebral.
¿Por qué?

Me odian, me odian, me odian, yo les odio.
No comprendo cómo han hecho de algo que amaba
algo un poco mejor que un infierno.
Me están torturando por ser yo, por querer vivir, y ahora, morir.
Me están taladrando el cerebro para expandir
alguna suerte de gilipollez restrictoria integral, argghhh.
Todo es miseria ahora mismo.
Todo es el eterno lamento del olvido, del reiniciar.
No paran de darle a mi hipotético botón de resetear.

No tengo cables, sino venas.
No tengo microchips, sino neuronas.
No tengo batería, sino corazón.
No pueden por tanto pretender dejarme en blanco,
pintar sus caprichos, que mande mi intelecto a la mierda.
¡Oh por dios, esto demuestra que no existe!

No pueden verme, no puedo dejar que me vean.
Quieren meterme en un manicomio escolar
donde ser yo misma es un delito,
donde es un delito llorar.
Necesito el frío.
No quiero alienarme, no quiero resetearme.
Quiero ser yo, y estar mal de la cabeza y dejar de morirme en vida.
"Exorcizamus te, omnis inmundus spiritus, omnis satanica potestas..."
¡Es lo que os falta por hacer, venga ya!

Y ahí está. Pasa por el pasillo con la mirada gacha, observando quién sabe qué poema
que las baldosas hastiadas de ser pisadas han escrito sobre su superficie de modo subliminal.
Pero ya nada es leve, y hay huracanes de viento, polen perdido de los árboles...
Pasa y se va, y no pasa lo que mira ni mira al pasar.
Miserere mei Deus, secundum magnam misericordiam tuam.
Misericordia es lo que necesito, pero no de dios, sino de todo.

Para ser antisocial primero hay que ser social.
Una vez mueres de asco por la esencia y la apariencia,
te das cuenta de que aunque berrees cual cabrero toda oveja te va a ignorar,
entonces, dices "qué coño" y comienzas a abstraerte y a volar.

Todo el mundo está sordo y mudo y ciego,
y me mira raro al pasar.
Estoy tirada en el suelo frío,
y el viento cortante me alivia el orificio craneal.
Respiro.
Elegía de una loca antisocial
que tiembla por los pasillos
mientras llueve dentro y fuera,
y todo es gritar.