sábado, 30 de agosto de 2014

Paranoias I

El ser humano no es como el resto de los animales, si bien la diferencia no es tan abismal como Platón, Iglesia & company quisieron hacernos creer. Opino que la diferencia entre animales y humanos radica en que, mientras los animales sólo se obcecan en lograr satisfaccer sus necesidades vitales, nosotros nos hemos complicado más la vida que el resto de ellos, para bien y para mal.
Dada esta complejidad estúpida pero innata que hemos desarrollado, en un principio, para facilitar nuestra supervivencia, el ser humano se cree superior al resto de sus congéneres en la cadena evolutiva. No sabe que tanta complejidad empieza a ser innecesaria, y que los animales son, en cierto modo, más listos que nosotros en su relativa simpleza, ya que no conocen ambiciones ni causan males innecesarios por pura cabezonería, avaricia, orgullo o ceguera, como hacemos nosotros en tantas ocasiones. Opino por tanto que tanta complejidad nos es necesaria e innecesaria a la vez; a pesar de que no nos es innata y se adquiere en sociedad. Es por ello que la sociedad tiene muchas cosas que perfeccionar, sobre todo respecto a los valores éticos que tanto defiende y que no tienen mucho sentido, ya sea la obligación social de ir vestidos a 40ºC, los cánones de comportamiento y estéticos, el escándalo que aún provoca en muchas personas la homosexualidad, inclusive la eutanasia o los abortos. Son temas polémicos sobre los que hablaré mucho en este blog, aunque está claro que no lograré convencer de mis ideas a aquél que no las comparta, ya que mi talento se limita a escupir opiniones a bocajarro, no a dar la vuelta a las mentes de las personas.
Lo dicho; el ser humano se complica demasiado la existencia, y un ejemplo de complejidad es el señor Jean Paul Sartre (filósofo existencialista no existencialista, según él), que afirma que "el ser humano está siempre, en su conciencia, proyectado hacia algo, más allá de él mismo y de la situación presente; que no es nunca lo que es y por eso no es, en el sentido en que las cosas son o están, sino que existe. Y que, por tanto, el ser humano no es una esencia, sino una existencia", y que Jean Paul bebía cosas raras antes de acostarse, ya que tuve que estudiarle el curso pasado y me costó lo suyo entenderle. Y por eso nos complicamos demasiado la vida.
Lo peor es que Jean Paul tiene (tenía) razón. ¿Esencia? ¿Qué es eso? ¿Algo predeterminado, único, inaudito y excepcional en cada ser humano de este mundo? ¿Existen, por tanto, el destino? ¿Los dioses? ¿Las almas? ¿Los unicornios de colores? ¿La utilidad de los logaritmos neperianos? ¿Existe la existencia, o se esencia lo que existe? Porque lo que es existir, existimos; esenciar no sé si esenciamos. Porque eso de esenciar es demasiado neoplatónico para mi gusto. A la esencia la podemos tirar al éter; desesenciamos, y no pasa nada, seguimos siendo. Sin embargo, si a la existencia la desexistimos, no existe nada, y no somos.
¿Ves cómo los animales son más listos que nosotros? Ellos existen y ni se lo plantean; nacen, crecen, se joden, y mueren, como dice una canción. Así de simple.

-Ana.

El último canto

Alas rotas, destrozadas,
herrumbrosas, descompuestas,
de pésima apariencia,
la pobredumbre las carcome desde el alma.
Espinas de hierro se clavan,
agudas en ellas, impidiéndoles volar.
Lágrimas oxidan los despojos de las cadenas,
y se llevan, poco a poco,
los restos de sangre seca.
Las cadenas de espinas caen, vencidas,
con la gracia de la seda.
Y en ese leve hálito de libertad,
asciende sobre el suelo
en un torpe aleteo.
El aire responde a sus latidos,
batiendo el cielo, y el mar se estremece.
En su último canto, el cisne
vuela lamentándose hacia el horizonte
dejando una estela de música, belleza y tragedia,
plumas y sangre; como recuerdo de su paso.
Y las aguas, al final del camino,
le reciben tiernamente,
acogiéndole en su seno.

-Ana.

Algo así como inefable

Eres como un sueño místico y fatal,
un ángel díscolo, de esos perdidos
y caídos en tierra...
Me gusta pensar que en mí te has encontrado.
Querría susurrar uno de esos cantos de madrugada,
cuando entre tus brazos me despierte,
alabando a la luz y la sombra
que se reflejan en tu piel y en tu mente.
Sabes que acariciaría tu rostro,
somnolienta y pensativa,
hasta que abrieras los ojos y me vieras,
murmurando cosas incoherentes...
Y una mirada, de esas transparentes.
Sería entonces cuando la mañana
se llenara de abrazos y arrullos
murmurados entre sábanas.
Como en un sueño
algo así como inefable.

-Ana.

viernes, 29 de agosto de 2014

Alborada

El silencio cubre la distancia
que a la niebla acompaña;
en una mezcla de frío,
olvido, olivos, y rocío silencioso.

Cuando el húmedo gris
cubre ésta verde tierra,
en un beso brevemente prolongado
de los príncipes de dos reinos enfrentados.

Desdichados, cuando el uno va, el otro viene;
es en ese cruce fortuito
cuando se miran a los ojos,
con pena y alegría,
esperanza y desconsuelo.

Aférranse inútilmente el uno al otro,
pero sin más remedio que irse.
Lamentándose, dos corazones rotos,
provocando las lágrimas del alba,
que caen sobre el regazo de las flores.

-Ana.

Bienvenidos

He tenido otro blog anteriormente, pero dejé de usarlo hace más de un año y medio, y a mi juicio está obsoleto por el ingente número de cosas sin venir a cuento que subí estando aburrida y sin inspiración. Así que inauguro este nuevo blog, como una hoja en blanco en la que escribir con libertad cuanto se me antoje, sin tener que leer tonterías pasadas escritas por mi mano en cuanto me descuide.
Saludos y agradecimientos a todo el que me lea.