domingo, 14 de diciembre de 2014

Lluvia, Catedrales, Calumnias y Preguntas Retóricas

Llueve el cristal bajo las gotas de luna,
plata lunar golpeando vidrio negro celestial;
llueven estrellas de parsimonia acrecentadas
por mi mente de buceadora espectral.

Espejo de misterio ancestral, en su marco dice
que le den cuerda al sol, que se ha fundido*
y cada gota en el cristal se posa también
en los dos rosetones de esta catedral a medio construir.

No terminó de construirse por pequeña y  ruinosa;
porque en vez de gris incienso llueven flores de lavanda,
porque en sus muros deshojan y trepan las rosas.
Columnas. Dispares, raquíticas, colosales, decoradas
con relieves de enredaderas, miradas vacías, soles,
rostros hermosos, canciones, rostros bestiales,
fórmulas, respuestas, preguntas, dudas, reflexiones.
Son columnas de opinión en las que todo cabe.
Son columnas de saber a medio esculpir.

La pila bautismal es una roca helada
de la que mana el Duero gota a gota,
y se derrama por la piedra fría del suelo,
escurriéndose por las grietas,
huyendo hacia la luz, a través de las ruinas,
al aire, al sol, al mundo, esperanza fría,
necesaria y lógica.

El techo se conserva a fragmentos; sobre el ara
la bóveda es hogar de cuervos luminosos
que iluminan con destellos a dos manzanos
nudosos, que tras años han derruido el altar.
El presbiterio está presidido por el coro y el órgano,
brillante, intacto, el suelo lleno de partituras sin usar,
que vuelan soñadoras hasta el transepto.
Si alzas la vista verás la bóveda de crucería,
los lejanos techos impolutos, intactos todavía.
Si das media vuelta y miras a la nave central
verás el tejado medio construido,
el andamiaje aún en pie, las columnas alzadas
en el gesto del que da la mano
sabiendo que en el aire va a quedar abandonada;
el pórtico desnudo y en gran parte demolido.
Creerás oír el fervor que pudo haber sido,
la letanía de las oraciones, de los cantos.
Creerás oler el incienso, o el incendio
de las ramas en el miércoles de ceniza.

Pero no... Mira otra vez hacia atrás...
Tras los manzanos y el altar, la piedra está desnuda;
se acumula, en pedazos perdidos de escultura,
de miles de fragmentos de brazos, genitales
y cabezas de mármol pulido, destruidos por fe.
También están los huesos de paganos, herejes,
brujas, indígenas, cruzados, musulmanes,
judíos, cristianos, ¡humanos!
Se entremezclan con las cenizas
de valiosos libros quemados;
de memorias de orgullo científico tragado;
de vidas extintas, de daño humano sufragado...

Lo sé, yo también he llorado.
Alza la vista y mira la grandeza
de esta catedral, aunque modesta,
aunque ruinosa, aunque no sea catedral.
Piénsalo y contesta a esto:
¿Cómo algo tan perverso y maquiavélico
puede crear tanta belleza sensorial;
tanta esperanza, tanta ilusión en el inocente?
¿Por qué les es más fácil creer mentiras
que beber del frío Duero transparente?

Llueve el cristal bajo las gotas de luna,
plata lunar golpeando vidrio negro celestial;
llueven estrellas de parsimonia acrecentadas
por mi mente de buceadora espectral.




*Frag. Rafael Alberti, Romeo y Julieta 3 (Sueño. Fracaso).

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