domingo, 12 de octubre de 2014

¿Quién Soy?

Es este un post de morriña, añoranza y echademenos escolar. El "¿Quién soy?" del curso 2014/15, para Francisco Casado.


Soy un ser de luz y tiniebla que habita carne virgen y corrompida. Mi DNI me llama Ana Moreno Ayala, pero ese no es mi nombre; es el nombre que me han puesto, aunque yo le responda por costumbre.
No tengo nacionalidad, ni dirección, ni código postal. Mi teléfono suele estar apagado o fuera de cobertura porque vago en el fondo de un profundo desfiladero. Es mi propio valle mental, tan oscuro que los de afuera no ven más que negro. 
Dicen que la luz es la verdad, y las tinieblas la ignorancia. Yo encontré sabidurías y desabidurías desconocidas en lo profundo de este valle. En cambio, cuando por aburrimiento trepo por los afilados peñones y piedras que enmarcan mi marca, y me asomo a la luz y al sonido, enmudezco y, aturdida, prefiero recluirme del gentío y de algunas verdades. Así, me vuelvo a internar consternada en las oscuridades, donde las tinieblas me arropan como madres hastiadas de las travesuras de sus hijos.

Suelo deambular entre los verdes álamos de la ribera en este valle, observando la vida y la muerte, la paz caótica de lo existente. Luego me desnudo -porque ante la verdad hay que estar desnuda- y nado en las suaves corrientes del río Sapiencia. Lamentablemente, soy torpe aún y siempre acabo hiriéndome con las rocas y zarzas del río y sus márgenes. Muchas veces me ha sorprendido la corriente con fuerza y me ha arrastrado lejos de lo que conozco, y no comprendo cómo algo tan benigno en un principio puede angustiarme y perderme tanto; castigarme por osada. Pero al final siempre me encuentro.
Cuando les apetece, las musas me acompañan. Me guían a lugares tranquilos, de ruinas devoradas por el tiempo y Lo Que Debe Ser. Ellas me susurran palabras al oído, y yo las escribo; allí sentada en ese remoto paraíso de humanidad y naturaleza, que permanecen en debida cópula.

No poseo nada; las cosas me poseen a mí. Me posee una casa de piedra, pizarra y hiedra que, cercana al río, me da cobijo en el nevado invierno y en el fresco verano, además de dejarme guardar en ella cantidades indecorosas de libros, papel y tinta. Yo a cambio, debo alimentarla con amor y lavanda de provenza. Me posee un huerto en el que cultivo, además de lavanda, melocotones, alegría, manzanas, melancolía y olor a tostadas por la mañana. En la entrada hay un cartel que dicta: "Cultivo publiprivado: Coge lo que quieras con discrección y consideración". También me posee un horno de piedra que reclama pan de tres kilos cada semana, y cuatro gallinas cluecas y dos vacas que me despiertan con huevos y leche cada mañana. Espero que la posesión de la vuelta, como las tortillas, y algún día todas esas cosas las posea yo de verdad. Ojalá.

En el río hay truchas que brillan bajo la lejana luna, pero no me temen pues no las pesco. Me alimento de un agua que me congela el cuerpo y calienta la mente. 
Duermo a veces bajo, sobre y junto a un lobo que vaga entre el mundo y yo. Sé que los lobos no son animales domésticos, así que le dejo ir y venir cuando puede. Yo siempre quiero que venga, y lo recibo con un gran lobuzno lametón. El resto de las veces, la mayoría, duermo acompañada por mis musas, que juguetean y se revuelcan para no dejarme dormir, así que tengo que escribir hasta que se calmen.

Me llamo Egoísta y Abnegada, Buena y Mala, Simple y Compleja, Comprensiva e Intransigente... Cada minuto, cada segundo, cambio de nombre, forma y color, como la aurora. De hecho, mi DNI debería llamarme Aurora Boreal.
Nací del sexo, y alguien nacerá del mío. A veces soy una anciana, otras soy un bebé, y otras, un término medio. Mi edad no está determinada porque en diciembre-enero de 1996-97 a mis padres, seres de luz y tiniebla extraordinarios, se les rompiera un condón. Mi edad responde a mis actos de Aurora Boreal.
Miro las estrellas y las musas me hablan de futuro, pero como son adivinas de pacotilla, nunca aciertan. Sé que quiero vivir. Sé que quiero aprender a nadar y no ahogarme en el río Sapiencia. Sé que quiero ver, aprender, descubrir cosas nuevas. Sé que no quiero quedarme quieta mientras no encuentre mi Ítaca. Sé que debo controlar mi fuego para no morir por combustión interna. No sé el resto de cosas; entre ellas, cómo poner una lavadora.

También sé que desde el día en que nací estoy muriendo; y aunque no sé por dónde pasará mi río, ni si habrá muchas cataratas por el camino, ni cuán largo será, sé que el mar me recibirá, llevándome a una negrura que sólo el recuerdo alumbrará.

-Ana.






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